La Sección de Abogacía de Empresa del ICAM analiza el impacto del malestar laboral en el sector la abogacía in-house

El pasado miércoles 9 de julio, la Sección de Abogacía de Empresa del ICAM celebró con gran acogida la jornada «La factura del malestar», un encuentro que puso el foco en el impacto oculto que generan determinadas dinámicas laborales dentro de los departamentos jurídicos corporativos.

Impartida por Marisa Méndez, psicóloga general sanitaria, consultora en bienestar emocional y abogacía de alto rendimiento, la sesión ofreció una mirada crítica y documentada sobre cómo la presión continua, la deshumanización de los procesos y la ausencia de espacios de distensión repercuten en la salud, el compromiso y el rendimiento de los abogados y abogadas de empresa.

La sesión, moderada por Mercedes Carmona, copresidenta de la Sección, desglosó los factores que originan el malestar en estos entornos, entre ellos la sobrecarga cognitiva, la falta de tolerancia emocional, la pérdida de confianza en las organizaciones o la gestión ineficaz de la información.

Méndez introdujo conceptos clave de la neuropsicología como la neurocepción (la capacidad de detectar inconscientemente señales de amenaza o seguridad) y la interocepción (el escaneo interno del estado físico y emocional), para explicar cómo el cuerpo reacciona ante entornos laborales tóxicos desde un enfoque somático.

Uno de los momentos más destacados de la jornada fue la presentación de la “factura del malestar”, una categorización del impacto del estrés organizacional dividido en seis grandes áreas: rendimiento, absentismo, rotación no deseada, clima laboral, reputación organizacional e indiferencia corporativa. Estas dimensiones no solo generan consecuencias emocionales, sino también importantes costes económicos y estratégicos para las empresas.

La jornada finalizó con una propuesta de transformación organizacional basada en prácticas concretas como las rondas emocionales, la clarificación de límites, la psicoeducación aplicada al liderazgo o el uso del “time-out” jerárquico como herramienta de autorregulación.

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